Samos, en la provincia de Lugo, es una villa gallega llena de historia, espiritualidad y belleza natural. Con una extensión de más de 130 km², se sitúa a tan solo 11 km de Sarria y 45 km de Lugo, siendo una parada obligatoria para los peregrinos que recorren el Camino de Santiago.
Su desarrollo está estrechamente ligado al majestuoso Monasterio de San Xulián de Samos, fundado en el siglo VI y restaurado en el siglo XVI. Este monumento, uno de los más antiguos de Galicia, conserva una impresionante mezcla de estilos arquitectónicos y alberga dos claustros de gran valor artístico: el Claustro de Feijoo y el Claustro de las Nereidas, este último presidido por una fuente dedicada a las figuras mitológicas que le dan nombre.
Samos es un destino que cautiva por su tranquilidad, paisajes verdes y ambiente espiritual. El valle que lo rodea, atravesado por el río Oribio, ofrece un entorno natural privilegiado donde abundan las truchas y anguilas, protagonistas de la gastronomía local. La presencia del ciprés milenario, junto a la ermita y el cementerio, simboliza la profunda espiritualidad de esta tierra.
Más allá del monasterio, Samos conserva huellas de antiguos asentamientos prehistóricos y castros que datan entre los siglos VII a.C. y II d.C. Las cuevas de Santalla son otro testimonio de aquellos primeros pobladores. A lo largo de los siglos, monjes y vecinos compartieron su historia, marcada por guerras, reconstrucciones y periodos de esplendor gracias a reyes y nobles que dejaron su legado.
Una de las figuras más destacadas vinculadas a Samos es el Rey Alfonso II el Casto, considerado el primer peregrino del Camino de Santiago. Educado en el monasterio, fue quien emprendió el viaje hacia Compostela tras el hallazgo de los restos del apóstol Santiago, trazando así la primera ruta jacobea conocida como el Camino Primitivo.
Hoy, Samos continúa siendo un destino inspirador, donde cada rincón respira historia, naturaleza y recogimiento.
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